“El arte de enseñar es la habilidad más importante que una persona puede aprender…”
(‘Donde no hay doctor’ – un manual de atención médica de David Werner, página w21)
La docencia es una labor noble que ofrece buenos incentivos. Es, en efecto, una profesión de vital importancia. Los docentes sientan las bases esenciales para la educación de una persona. Ofrecen educación a todas las edades, desde niños hasta adultos, y en un campo de estudio muy diverso. Ser docente puede ser un trabajo difícil pero gratificante. Los docentes trabajan duro para inspirarnos, guiarnos, educarnos y orientarnos todos los días. La docencia es una profesión inspiradora que deja un impacto duradero en la vida de cada niño, sin importar cuán grande o pequeño parezca. Al crear conciencia sobre la importancia de la docencia y los problemas actuales que afectan a los docentes, se espera que, a su vez, mejore la calidad de la educación.
Sin embargo, hay que reconocer que la profesión docente es exigente y presenta muchos desafíos: desde salarios insuficientes hasta condiciones inferiores en las aulas; desde papeleo excesivo hasta clases con un número excesivo de alumnos; desde falta de respeto y violencia hasta falta de preocupación por parte de los padres o tutores. Ser docente no es nada fácil. Exige una gran dosis de sacrificio personal. Además, con la economía en declive, la vida no ha sido fácil para muchos docentes. Y los bajos salarios siempre han disuadido a la gente de dedicarse a la docencia. Sin embargo, a pesar de las dificultades y los inconvenientes, muchos docentes siguen perseverando en la profesión que eligieron.
¿Qué motiva a estos profesores a perseverar a pesar de todos los desafíos? Si bien la mayoría de los profesores están motivados por su amor a los niños, otros están influenciados por su deseo de ayudar a las personas menos afortunadas. Y otros se sienten alentados cuando ven los éxitos de sus alumnos y reciben elogios y reconocimiento por sus esfuerzos en la enseñanza. Por lo tanto, a pesar de todos los desafíos, dificultades e inconvenientes, muchos profesores aún obtienen una gran alegría de su trabajo.
¿Cómo se define entonces a un buen profesor? ¿Es una persona que puede desarrollar la memoria de un niño para que pueda repetir hechos y aprobar exámenes? ¿O es una persona que enseña a cuestionar, a pensar y a razonar? ¿Quién ayuda a un niño a convertirse en un mejor ciudadano?
Si un profesor no está convencido del valor de la educación y no se interesa por los jóvenes, no podrá convertirse en un buen profesor, exitoso, motivado y satisfecho. Un buen profesor infunde confianza en sus alumnos y hace del aprendizaje un desafío fascinante. Un buen profesor reconoce el potencial de cada alumno y sabe cómo hacerlo florecer.
Para sacar lo mejor de cada niño, el maestro debe descubrir qué le interesa o motiva y qué es lo que le hace funcionar, y un maestro dedicado debe amar a los niños. William Ayers, un maestro, dijo: “La buena enseñanza requiere, sobre todo, un maestro atento y comprometido con la vida de los estudiantes. La buena enseñanza no es una cuestión de técnicas o estilos específicos, planes o acciones… La enseñanza es principalmente una cuestión de amor”.
Además, el libro ‘Donde no hay doctor’, un manual sobre atención sanitaria escrito por David Werner, dice lo siguiente sobre la enseñanza: “El arte de enseñar es la habilidad más importante que una persona puede aprender. Enseñar es ayudar a otros a crecer y crecer con ellos. Un buen maestro no es alguien que pone ideas en la cabeza de otras personas, es alguien que ayuda a otros a desarrollar sus propias ideas, a hacer nuevos descubrimientos por sí mismos”.
El libro continúa diciendo: “La gente no aprende mucho de lo que se le dice. Aprende de lo que piensa, siente, discute, ve y hace en conjunto. Por eso, el buen maestro no se sienta detrás de un escritorio y habla a la gente. Habla y trabaja con ellos. Ayuda a su gente a pensar con claridad sobre sus necesidades y a encontrar formas adecuadas de satisfacerlas. Busca todas las oportunidades para compartir ideas de manera abierta y amistosa”.
Sin embargo, aunque se espera mucho de la profesión docente, a menudo los dedicados educadores de nuestras escuelas reciben pocos elogios públicos por sus esfuerzos. ¿Alguna vez, como estudiante o padre, ha agradecido a un profesor por el tiempo, el esfuerzo y el interés demostrados? ¿O incluso ha enviado una nota o carta de agradecimiento? Es bueno señalar que los profesores también se benefician de los elogios. El gobierno, los padres y los estudiantes deberían tener en alta estima a los profesores y sus servicios.
¡Cuán agradecidos debemos estar a aquellas mujeres y hombres que provocaron nuestra curiosidad, que conmovieron la mente y el corazón, que nos mostraron cómo satisfacer nuestra sed de conocimiento y comprensión: nuestros maestros!
En la revista ¡Despertad! del 8 de marzo de 2002, a la que se puede acceder en www.JW.org y en wol.jw.org, se puede encontrar un interesante artículo sobre los maestros y la enseñanza (‘Los maestros: ¿qué haríamos sin ellos?’).
Daniel Ighakpe,
Escuelas City Pride,
Amuwo-Odofin, Lagos
0817 479 5742 (correo electrónico protegido).